No encontré mejor forma para pedirte que vinieras, que diciéndote que tenía frío.
Y tanto frío, como tanta tristeza me daba no usar como pretexto el invierno para que me abrazases toda la vida.
Y me pierdo, en ese laberinto, cuyos muros son silencios, tan altos como los kilómetros de miedo que me impiden mirarte a los ojos, por si a caso no brillan cuando me miran.
No hay comentarios:
Publicar un comentario